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TLATELOLCO

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En el interior, sobre la puerta Norte, aparece un mural de aproximadamente 8 metros de altura de San Cristóbal, quien es representado como el portador de la religión católica al nuevo mundo, quien avanza a través de un río ayudándose en un árbol a manera de bastón.

El santo viste la armadura de las legiones romanas en las cuales militó como soldado. Tiene enrollados sus pantalones por encima de las rodillas semejantes a los calzoncillos de los indígenas, para no mojarlos al cruzar el agua, y se protege contra el frío nocturno envolviéndose en enorme manto cruzando un río y cargando al niño Jesús.

Presenta tres capas de pintura, la primera quizá del siglo XVI, la segunda cuando el templo fue inaugurado por Torquemada, y la que vemos actualmente que corresponde al retoque hecho en 1763 tal como lo señala el medallón de la esquina inferior derecha que está junto a la imagen de San Cristóbal, el ermitaño representado en una cueva.

Cuando uno mira a San Cristóbal, de abajo hacia arriba por las dimensiones y ubicación del mural, el efecto de la perspectiva diagonal hace que el tamaño de las piernas hasta la cadera sea más grande, y de la cintura a la cabeza se reducen.

El crucero con cuatro enormes columnas que detienen la cúpula, forman con los arcos de medio punto los espacios de los retablos laterales que fueron saqueados.

La parte alta de las columnas se abre para dar lugar a las pechinas de la cúpula mayor, que están ocupadas por esculturas de barro cocido, estucadas y pintadas, y que representan a los cuatro evangelistas: San Mateo, San Lucas, San Marcos y San Juan, cada uno montado sobre su emblema alado: el ángel, el toro, el león y el águila. Estas esculturas fueron manufacturadas con huesos humanos.

El presbiterio, al fondo de la iglesia, presenta la bóveda con la piedra desnuda, ya que durante las obras de Mario Pani le retiraron los encalados que la cubría.

Cuando la iglesia fue saqueada, del retablo mayor construido en el siglo XVI, solamente sobrevivió el fragmento central que es dorado y policromado.

Aquí aparece Santiago Apóstol montado en su corcel blanco luchando contra un guerrero océlotl, junto a los españoles que vencen a los indígenas representados como almas del purgatorio.

Cuando los conquistadores llegaron a Tlatelolco, por órdenes de Hernán Cortés, destruyeron los vestigios de los mexicas que poblaban el lugar, con el fin de borrar toda huella y legado de tan importante cultura.

De esta manera, las esculturas prehispánicas rotas por los españoles, se utilizaron para la edificación de la iglesia de Santiago Apóstol.

Hoy en día podemos observar atrás del ábside, en la fachada Oriente, un fragmento de una deidad asociada a la tierra, Tlaltecuhtli o Tláloc.

 

Texto: Salvador Guilliem Arroyo
Fotografías: Susana Padilla Coronado y Salvador Guilliem Arroyo


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