ORIGEN
Peregrinaci�n de los aztecas. L�mina I del C�dice Boturini, Aztlan.
El origen del grupo mexica es confuso, a pesar de que la mayor�a de las cr�nicas coinciden en que emigraron de un sitio llamado Aztl�n(1) "el lugar de las garzas" o "lugar de la blancura". Tal vez ese oscuro origen es el referido por Crist�bal del Castillo(2) quien asevera que los mexicas eran los pescadores de los aztecas, quienes los odiaban, y que Huitzilopochtli fue su gu�a, quien los sac� de Aztl�n para llegar a la tierra prometida y, por tanto llegar a un punto �lgido de su desarrollo, se hizo necesario ocultar que carec�an de un linaje culto o divino. Tambi�n las cr�nicas nos permiten ver que se trata de un grupo con estructura social compleja, agricultura, calendario, religi�n polite�sta, etc�tera, portadores sin dudan de la rica herencia mesoamericana.
De Aztl�n salieron varios grupos,(3) cada uno con su respectiva carga cultural y durante su peregrinar se fueron personalizando en busca su propio destino. Para el grupo mexica, su separaci�n de los dem�s es condicionante misma de su futuro, justificada a trav�s del mandato divino;(4) Huitzilopochtli es su dios, quien habr�a de decidir cada paso de los mexicas.(5)
No existe uniformidad en los relatos del momento en que los mexicas comienzan a tomar forma como grupo. Torquemada refiere que emigran con el nombre de aztecas y al llegar a donde se encontraba un enorme �rbol, su dios Huitzilopochtli les envi� una se�al, parti�ndolo por la mitad, y entonces les habl�:
Ya est�is apartados, y segregados de los dem�s, y as� quiero que como escogidos m�os, ya no os llam�is aztecas, sino mexicas, y que ah� fue donde, primeramente, tomaron este nombre de mexicanos y juntamente, con trocarles el nombre, les puso se�al en los rostros, y en las orejas, un emplasto de trementina, cubierto de plumas, tap�ndoselas con �l; y di�les juntamente un arco, y unas flechas, y un Chitlatli...(6)
Las historias contin�an relatando las peripecias que sufre el grupo mexica y no se mencionan m�s separaciones tajantes; solamente se dice del momento en que se bifurcan sin cambiar su rostro, su nombre com�n, seguramente a causa de que fue el pueblo elegido por el dios Huitzilopochtli, para gobernar la tierra, dando origen a una hermandad eterna, entre los mexicas-tenochcas y los mexicas-tlatelolcas. Es notorio que, en la mayor�a de las cr�nicas, los mexicas-tlatelolcas son vistos como parte de los tenochcas; sin embargo, en el momento de la conquista europea Tlatelolco se encontraba subyugado a Tenochtitlan.
Algunos relatos nos cuentan que durante la migraci�n ya hab�a diferencias entre ambos grupos mexicas y de su obligada separaci�n antes de asentarse en las islas del lago de Texcoco, fundando en primer t�rmino la ciudad de Tlatelolco. Otros relatos nos hablan que fue despu�s de haber fundado Tenochtitlan cuando surgieron las diferencias entre ellos, desembocando el conflicto en la escisi�n y la fundaci�n de Tlatelolco.
Torquemada menciona que en una ocasi�n Huitzilopochtli puso en medio del grupo mexica dos tlaquimilolli (peque�os envoltorios sagrados). Al percatarse de que el primero conten�a una piedra verde que resplandec�a como esmeralda, disputaron por su posesi�n. Huitziton, que los capitaneaba, dijo que le admiraba que pelearan por la piedra cuando a�n desconoc�an el contenido del otro envoltorio. Les pidi� que abrieran, y encontraron solamente dos palos. Huitziton pidi� a un bando que se quedara con la piedra verde y fundaran Tlatelolco; y a los otros, los futuros tenochcas, les pidi� que se quedaran con los palos, ense��ndoles a hacer el fuego con ellos.(7) Al descubrir el secreto del segundo envoltorio, los tlatelolcas quisieron cambiarlo, pero los tenochcas no quisieron. "Desde esta ocasi�n, aunque todos estos aztecas ven�an juntos, ya no con aquella hermandad, y familiaridad, que antes tra�an; porque desde esta disensi�n, guardaron rencor y odio, los unos contra los otros, y vinieron parciales y divididos en las voluntades?.(8)
La suerte del grupo la decide el dios dirigente; �l lo divide en dos y los obliga a compartir su destino. As�, el desarrollo de tlatelolcas y tenochcas queda marcado; ambos seguir�n llam�ndose mexicas, seguir�n manteni�ndose unidos a pesar de los continuos conflictos de su convivencia.
---
1) V�ase, por ejemplo, Francisco Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Relaciones originales de Chalco Amaquemecan, paleograf�a, traducci�n e introducci�n de Silvia Rend�n, M�xico, FCE, 1982, p. 63; �ngel Mar�a Garibay K. (ed.), Historia de los mexicanos por sus pinturas. Teogon�a e historia de los mexicanos. Tres op�sculos del siglo XVI, M�xico, Porr�a (Sepan Cu�ntos..., 37), 1985, p. 44; C�dice Boturini. Tira de la peregrinaci�n, en Colecci�n de Documentos conmemorativos del DCL aniversario de la fundaci�n de Tenochtitlan, M�xico, SEP, 1975; Hernando Alvarado Tezoz�moc, Cr�nica mexicana, notas de Manuel Orozco y Berra, M�xico, Leyenda, 1944, p. 223; C�dice Aubin [C�dice de 1576], manuscrito azteca de la Biblioteca Real de Berl�n. Anales en mexicano y gerogl�ficos desde la salida de las tribus de Aztl�n hasta la muerte de Cuauht�moc, Bernardino de Jes�s Quiroz (trad.), M�xico, Innovaci�n, 1980, pp. 11.13; C�dice Ram�rez, manuscrito del siglo XVI intitulado: Relaci�n del origen de los indios de que habitan esta Nueva Espa�a, seg�n sus historias, examen de la obra por Manuel Orozco y Berra, M�xico, Innovaci�n, 1985, pp. 2-3; fray Juan de Torquemada, Monarqu�a Indiana, 4a. ed., 3 vols., Introducci�n de Miguel Le�n-Portilla, M�xico, Porr�a, 1969, p. 31.
2) Crist�bal del Castillo, Historia de la venida de los mexicanos y otros pueblos e historia de la Conquista, traducci�n y estudi� introductorio de Federico Navarrete Linares, M�xico, INAH, 1991, pp. 113, 115 y 117.
3) C�dice Ram�rez, op. cit., p. 21
4) Fray Diego Dur�n, Historia de las Indias de Nueva Espa�a e islas de tierra firme, 2 vols., M�xico, Porr�a (Biblioteca, 37), 1967, vol. 1, p. 30.
5) Anales de Tlatelolco, unos anales hist�ricos de la naci�n mexicana y C�dice Tlatelolco, versi�n preparada y anotada por Heinrich Berlin, con un resumen de los anales y una interpretaci�n del c�dice por Robert H. Barlow, M�xico, Ediciones Rafael Porr�a, 1980, p. 32.
6) Torquemada, op. cit., vol. 1. p. 79.
7) Torquemada, op. cit. vol. 11, pp, 79-80.
8) Ibid" p. 80.
![]() | ![]() | ![]() | ![]() | ![]() | ![]() |