No todo fue tranquilidad durante este proyecto, ya que el 21 de noviembre de 1966 se reportó el saqueo de vasijas de algunas ofrendas de la sección Oriente del patio Sur, así como el robo de un cráneo que provenía del tzompantli ubicado en el interior del exconvento.(25) Los dos años siguientes se continuó trabajando, pero por desgracia no se tienen los reportes respectivos, salvo un oficio de 1967 en que el convento es adscrito al INAH para su custodia. En marzo de 1968, en un oficio, Lorenzo Coronado hizo saber al entonces subdirector de Monumentos Prehispánicos, Eduardo Matos, de las exploraciones realizadas del 18 al 23 de ese mes, por Eduardo Contreras G. y Arturo Romano en el lado Sur de la zona.
El día 20 de septiembre de 1968, Lorenzo Coronado escribió en la carpeta de control de visitantes que "fue movido el entierro que se localiza frente a la Secretaría de Relaciones Exteriores, ya que ese mismo día fueron rotos los cristales de ese edificio por los estudiantes, reporte de los veladores".
El movimiento estudiantil de 1968 marcó el final de la época de trabajos arqueológicos más grande que se haya llevado a cabo en el Distrito Federal. Aún se desconocen las causas de la pérdida de la información del registro contextual. Se trabajó de marzo de 1960 a septiembre de 1968 ininterrumpidamente; el acervo obtenido fue enorme y tristemente no corresponde a lo publicado por los actores. Etapa que se cierra con un oficio de Lorenzo Coronado en donde reportó que desde el 2 de octubre a las 18:15 hrs. hasta las 3 de la madrugada del 8 de octubre, quedaron la zona y el Colegio de la Santa Cruz ocupados por el Ejército.(26) Así, hubo que volver a tapar aquellas ofrendas y entierros que no se habían terminado de explorar ni registrar sin importar que sus esfuerzos quedaran truncos.
Es hasta 1972 cuando se pretende continuar con los trabajos en Tlatelolco. Entonces llegan al convento Florencia Müller, Miguel Manzanilla y dos ayudantes para trabajar los materiales ahí concentrados en cajas, bultos y bolsas de manta, de los cuales sólo se apreciaban 11 metates, 5 ollas tipo corriente, una figurilla, un silbato chiquito y una vasija tipo plato de piedra blanco grabado en el fondo.(27)
Después de 1968, los trabajos arqueológicos reportados en el área de Tlatelolco corresponden a salvamentos efectuados durante las obras de mantenimiento o de infraestructura. Así, tenemos la información proporcionada por la arqueóloga Eneida Baños(28) de la Subdirección de Salvamento Arqueológico, en donde hace referencia a diez entierros asociados a diferentes materiales trabajados de octubre de 1984 a septiembre de 1985 cuando las labores fueron interrumpidas por el sismo del 19 de septiembre. Posteriormente, para el mes de septiembre de 1987 reporta la exploración de un entierro más al Noreste de la actual zona arqueológica. Su estudio afortunadamente presenta su ubicación contextual general y particular, así como la descripción e identificación de los materiales asociados a los entierros.
En octubre de 1987, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma propuso un nuevo proyecto interdisciplinario de investigación, cuyo eje primordial era el cotejo del acervo arqueológico recuperado durante el Proyecto Templo Mayor de 1978 a 1982, con otro que fuera análogo en tiempo y espacio y recuperado en contextos primarios, por lo que se eligió el Recinto Sagrado de México-Tlatelolco, la ciudad gemela de Tenochtitlan.(29)
En 1989 se publicó una interesante reseña histórica sobre Tlatelolco por parte de Roberto García Moll, Patricia Ochoa y Marcela Salas.(30) Al mismo tiempo las arqueólogas Margarita Carballal, María Flores y Carmen Lechuga iniciaban una serie de trabajos de exploración en el perímetro de la Torre de la Secretaría de Relaciones Exteriores, con la finalidad de determinar los lugares donde el terreno fuese estéril en cuanto a la presencia de elementos arqueológicos, y dar paso a una serie de pozos con 13 m de profundidad e instalar un sistema de extracción-filtración de aguas del manto freático con la intención de lograr la renivelación de la citada torre, ya que de origen se inclinó hacia el suroeste y, a consecuencia del terremoto de 1985, esta inclinación se incrementó a más de un metro.
Las excavaciones dirigidas por las arqueólogas de la Subdirección de Salvamento Arqueológico del INAH, se llevaron a cabo a partir de 1989 y concluyeron en 1993, en los 12 883 m2 fronteros al Sur del edificio de la Secretaría: donde se efectuaron más de 50 unidades de excavaciones arqueológicas y en los que 13 trabajadores especializados de la Subdirección del Instituto de Arqueología [sic] del Instituto Nacional e Antropología e Historia laboraron ininterrumpidamente, numerosa fue la información que se pudo obtener.
En total -coinciden en señalar los participantes en el proyecto de investigación- sumaron 15 las estructuras (14 prehispánicas y una colonial) que se localizaron, la mayoría de ellas, plataformas de cuerpos piramidales, una de ellas con más de 40 metros de largo; un coatepantli -muro en forma de serpiente que rodeaba la ciudad-; el embarcadero; unas escalinatas que daban entrada a Tlatelolco; un templo dedicado a Ehécatl (Dios del Viento); un depósito de agua; una red de canales de agua; varios basureros ceremoniales y tres dinteles de madera de pino, tallada en bajo relieve.
Lo anterior, sin tomar en cuenta los más de 90 entierros localizados en diferentes zonas del predio y que, en muchos casos, se encontraban acompañados con objetos como ofrendas, piezas de madera, máscaras, bastón de mando, una canoa miniatura, representaciones de rayo y diversos objetos de material orgánico constituyeron algunas de las piezas más sobresalientes.
La información proporcionada para un mejor conocimiento de la cultura tlatelolca es invaluable. Difícilmente la arqueología mexicana había tenido acceso a este tipo de hallazgos. Sin embargo, ningún argumento fue válido para que las autoridades de la Secretaría de Relaciones Exteriores desistieran de construir el edificio anexo a la dependencia.
Con ello, 13 de las 15 estructuras comenzaron a ser destruidas por máquinas y trascabos que en aras de una modernidad mal entendida, prefirieron edificar la nueva sede en lugar de conservar el terreno con todo y las construcciones originales. ¿Qué acaso ?preguntan los investigadores- no era posible desarrollar un proyecto que pudiera dar cabida a la construcción del edificio sin destruir los vestigios arqueológicos tal y como sucede en Europa?(31)
Así se cierra una página más de la historia de Tlatelolco y de su arqueología a lo largo de la cual el paso indolente de la modernidad dejó profundas heridas y quizá también borre el rostro que nos heredaron los mexicas.
Toda la información contenida en este apartado está basada en la publicación de Salvador Guilliem Arroyo "Ofrendas a Ehécatl-Quetzalcóatl en México-Tlatelolco" (México, INAH, Colección Científica, Núm. 400, 1999)
25) Lorenzo Coronado, oficios del 21 y 30 de noviembre de 1965 dirigidos al doctor Eusebio Dávalos del INAH, México, INAH, Archivo de la Dirección de Estudios Académicos, 1965.
26) Lorenzo Coronado, oficio del 8 de octubre de 1968 dirigido al jefe de personal del INAH, México, INAH, Archivo de la Dirección de Estudios Académicos, 1968.
27) Lorenzo Coronado, oficio del 14 de julio de 1972, México, INAH, Archivo de la Dirección de Estudios Académicos.
28) Eneida Baños Ramos, Referencias de entierros en TIatelolco, México, INAH, Subdirección de Salvamento Arqueológico, 1988.
29) Matos Moctezuma, Eduardo, Programa de trabajo en Tlatelolco. (Extensión del Proyecto Templo Mayor), INAH, México, 1987.
30) Roberto García Moll et al., "Los tlatelolcas prehispánicos: origen y cultura", en Homenaje a Román Piña Chán, Roberto García Moll y Ángel García Cook (coords.), México, INAH (Científica, 187), 1989.
31) Luis Carrasco, ?Recuento de un patrimonio en extinción. Urge un museo de sitio en Tlatelolco?, México, El Día, 2 de abril de 993, pp. 1 y 19.